Comisión Permanente del Colectivo ‘Por otra política educativa. Foro de Sevilla’.
Abril 2024.

El 28 septiembre del 2021 apareció el Real Decreto 822/2021, por el que se establecía la “organización de las enseñanzas universitarias y del procedimiento de aseguramiento de su calidad” https://www.boe.es/eli/es/rd/2021/09/28/822 que establece la organización y la estructura de las enseñanzas universitarias, a partir de los principios generales que definen el Espacio Europeo de Educación Superior (EEES). Al mismo tiempo, regula las estructuras curriculares específicas y las prácticas académicas externas que las universidades podrán incorporar a sus planes de estudios. Y donde establece modificaciones a los planes de estudio actuales.
Las asociaciones y las universidades empiezan a establecer propuestas para modificar sus planes de estudios. Es el momento de modificar la formación inicial del profesorado del Grado de Infantil, de Primaria y el Máster de Secundaria.

En abril de 2024 aparece como noticia la realización de un libro blanco sobre los estudios de magisterio. Recientemente la Asamblea General de la Conferencia de Decanos y Decanas de Educación de España, reunida los días 16 y 17 de noviembre de 2023 en Zamora, acordaron la “hoja de ruta” para la elaboración de los nuevos Libros Blancos de los Grados de Maestro de Educación Infantil, de Educación Primaria, de Pedagogía y de Educación Social, así como para el Máster de Formación de profesorado de Educación Secundaria.
Hemos de estar alerta en su confección ya que los libros blancos corren el peligro de convertirse en una batalla entre las diferentes áreas y departamentos universitarios. Se corre el riesgo de utilizar argumentos más propios del corporativismo universitario, con la aspiración de “ganar” más asignaturas y créditos que de las necesidades reales de formación inicial y del contexto actual.
Un libro blanco ha de servir para diseñar el itinerario formativo que se le debería ofrecer a las y los futuros docentes de todos los niveles educativos que les permita comprometerse con una educación pública, laica, crítica, inclusiva, democrática, intercultural, feminista, ética, con conciencia ecológica, basada en los derechos humanos y en el bien común, comprometida con la transformación, la emancipación, la equidad y la justicia social.
Pero modificar los planes de estudio significa también asumir nuevos retos. Y los retos de la reforma de los planes de estudio han convertido a muchos profesionales y universidades en tener que asumir lo peor de la cultura académica (sedentarismo universitario, docencia excesivamente alejada de la realidad, luchas internas por jerarquía, o poder, prepotencia académica, etc.). Y mucha reiteración de lo mismo, ya que era difícil suprimir muchos elementos porque predominaba el, “¿qué hay de lo mío?”.
Y se opina constantemente que la formación inicial es inadecuada y se insta siempre a su mejora, pero se hace muy poco en la realidad de las políticas gubernamentales en muchos países. No se tiene en cuenta la persistente recomendación de los informes que aseguran que la formación es muy importante para el desarrollo profesional del futuro del profesorado y, como consecuencia, para la calidad de la enseñanza y, por lo tanto, para la mejora del país.
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Acceso a los textos publicados en el Diario de la Educación:
1.-«¿Libros blancos? Los nuevos planes de estudio de Magisterio»
2.- «El diseño curricular y la profesión docente: los libros blancos sobre los nuevos planes de estudio de Magisterio»
1. La orientación educativa de la formación inicial
Se coincide que, en la sociedad actual, el profesorado se enfrenta a situaciones caracterizadas por una alta complejidad y unos niveles de incertidumbre elevados. La profesión docente se desarrolla, hoy en día, en un contexto que ha variado sustancialmente y que influirá en la profesión de enseñar. Un contexto sumamente complejo. Son tiempos diferentes para la educación. El profesorado del siglo XXI y, por tanto, su formación, requiere saberes y maneras de hacer que, entre otras cosas, le faciliten poder transmitir entusiasmo y ganas de aprender y le permitan lograr que el alumnado se desarrolle en los valores de la dignidad humana y la democracia. Por tanto, hay que tomar decisiones que tendrán consecuencias sociales, éticas y morales. Y todo ello se ha de tener en cuenta en el diseño de los planes de estudio.
Por tanto, deberíamos desarrollar una formación inicial del profesorado para comprender una enseñanza y aprendizaje relevante y con sentido, que introduzca cambios en el contexto, en las nuevas tecnologías de la información, en la forma de organizarse en las instituciones educativas; y en la inclusión escolar, en el respeto a la otra persona y al fenómeno intercultural. Una formación más colaborativa, donde se comparte el conocimiento, la experiencia y el contexto, para encontrar nuevas alternativas al aprendizaje.
Hemos reivindicado durante mucho tiempo un enfoque reflexivo sobre la práctica docente, que concibe la enseñanza como un proceso de investigación, que analiza un problema de la experiencia inmediata, desarrolla una reflexión activa y crítica, efectuada con el fin de resolver problemas. En la medida que se actúa y se practica, se aprende o se va formando un conjunto de disposiciones adquiridas en y por la práctica real que permiten hacer frente a los imponderables de la profesión de enseñar. Se promueve así una actitud científica, abierta y comprensiva frente a la realidad validada por el trabajo educativo cotidiano.
2. El acceso a los estudios de formación inicial
En los informes y reuniones internacionales de los gobernantes de diversos países europeos, se lamentan que los candidatos a profesorado no reúnen las condiciones necesarias ni asumen la responsabilidad que deberían tener, pero paradójicamente en lugar de establecer los criterios de mejora de esa profesión se ha ido considerando una profesión secundaria, incluso en relación con otras profesiones de servicios sociales que no se prestigian como deberían.
Es necesario garantizar que el alumnado que accede a estudios para la profesión docente cuente con determinadas cualidades: empatía, capacidad de trabajar en equipo, habilidades comunicativas, facilidad para establecer relaciones interpersonales y con clara predisposición hacia la enseñanza y la comprensión del mundo. Contar con un sistema de admisión que garantice que el alumnado que inicia sus estudios para ser docente disponga del conjunto de conocimientos y competencias necesarias para un buen aprovechamiento del primer año de estudios y para una adecuada presencia en las aulas de los centros educativos en los que se integre como estudiante en prácticas.
3. El modelo profesionalizador
La formación inicial debería desarrollar un modelo profesionalizador, donde el eje de la formación es la práctica real, pero mediante un proceso de adquisición de teoría y de reflexión sobre la práctica. El enfoque reflexivo sobre la práctica docente concibe la enseñanza como un proceso de investigación que analiza un problema de la experiencia inmediata y desarrolla una reflexión activa, efectuada con el fin de resolver situaciones problemáticas. En la medida que se actúa y se reflexiona, se aprende y se van formando un conjunto de disposiciones adquiridas en y por la práctica real que permiten hacer frente a los imponderables de la profesión de enseñar. Aquí cobra relevancia la conceptualización del profesorado como un profesional práctico y reflexivo, e investigador reivindicativo.
Los estudios de formación inicial del profesorado deben apostar de manera decidida y clara por una interdependencia real y fructífera de la teoría y la práctica, de la experiencia y la reflexión, la acción y la investigación. Con propuestas de una extensa cooperación y cogobernanza pedagógica, académica e institucional entre las potencialidades de las universidades y las de los centros escolares de experimentación e innovación curricular. La investigación sobre la práctica docente debería convertirse en el eje de la formación y en una competencia fundamental de su práctica profesional.
Una práctica profesional siempre reflexiva. El profesorado debe tener una clara comprensión de lo que está realizando y de las razones que hay detrás de sus acciones. Hacer ese razonamiento no solo mejora su desempeño, sino que le permite profundizar en el conocimiento. Esto pone en evidencia la insostenible dicotomía entre «práctica» y «teoría», que debería diluirse en la formación del profesorado. Se trata de la ardua labor de traducir el pensamiento en acción, no simplemente de aplicar teorías a la práctica. Todo esto nos lleva al compromiso constante de cuestionarse si, en esta situación particular, con estos estudiantes, este currículo, estos objetivos y estas normativas, la acción que se va a emprender es la más adecuada. Esta debería ser la pregunta de partida en cualquier tarea docente. Después de todo, cualquier proceso creativo desprovisto de sabiduría es peligroso, al igual que la sabiduría carente de creación no conduce a ningún destino.
O sea, diseñar la formación inicial en función no de asignaturas sino de un currículo global e interdisciplinar, organizado en torno a proyectos y a experiencias y propuestas relevantes, en conexión con la escuela y con diferentes escenarios educativos, integrando en todos ellos elementos transversales relacionados con el compromiso ético del profesorado, el fortalecimiento de la dimensión cooperativa de la educación, la interacción teoría-práctica-investigación sobre la propia práctica, el carácter dialógico y la presencia de la reflexión crítica y comprometida socialmente en la formación.
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4. El desarrollo curricular
En el diseño curricular, deberíamos evitar la racionalidad técnica de la formación inicial docente, que indica que las competencias se adquieren formando al futuro profesorado en los clásicos grandes bloques que se distribuyen a lo largo de la formación inicial: las materias psicosociopedagógicas, las didácticas específicas aplicadas con mucho peso y las habilidades prácticas al final (el prácticum) que se relacionan con las prácticas externas en las escuelas, que se supone que comportará el conocimiento práctico y la aplicación de las disciplinas básicas y aplicadas. Una gran falacia formativa.
Esa racionalidad nos ha llevado, históricamente, a asignaturas aisladas, sin conexión entre sí, diseñadas por expertos y expertas académicas, con un contacto débil o inexistente con la escuela y los procesos sociales educativos. Esta propuesta, debería ser superada por un currículo global, organizado en torno a proyectos y a experiencias relevantes, en conexión con la escuela y con diferentes escenarios educativos, de manera que puedan cultivarse aspectos esenciales, como el compromiso ético del profesorado y el fortalecimiento de la dimensión colectiva de la educación.
El sistema curricular (de Infantil, Primaria y Secundaria) se tendría que establecer como una espiral que tiene como ejes clave los temas formativos y una mayor flexibilidad curricular mediante seminarios y talleres y que los futuros y futuras docentes puedan recibir una visión holística y reflexiva de las materias, ya sean de contenido científico o psicopedagógico, a partir del conocimiento y la reflexión sobre la teoría y la práctica docente. Un proceso formativo que posibilite desarrollar a un práctico reflexivo, más investigador y menos a un profesorado normativo.
El nuevo desarrollo curricular de la formación inicial debería de formar profesionales docentes con profundos conocimientos de las características de los y las estudiantes de la etapa educativa y sus problemáticas, capaces de desenvolverse en diferentes contextos (rural, urbano, multicultural), capaces de responder a los cambios sociales, culturales, científicos y tecnológicos, que dominen las diversas materias y su relación interdisciplinar y promocionen el desarrollo de habilidades, capaces de reflexionar sobre su práctica y comprometidos con su profesión y con la sociedad.
Los contenidos deberían desarrollar una formación socio-humanística integral que fomenta las destrezas de pensamiento, el desarrollo de los valores humanos, el compromiso ético, la cultura cívica, la visión histórica, la honestidad profesional, la educación moral, el aprecio de la diversidad, la solidaridad, la justicia y la capacidad crítica. Analizar experiencias innovadoras, conocimientos sobre la equidad social, los derechos humanos y de la infancia, la inclusión, la igualdad de género. Asumir una actitud positiva hacia el cambio, la innovación y la apertura al contexto.
Fomentar la investigación de la práctica para que aprendan a tomar decisiones sobre la reflexión y la crítica. Aprender cómo desenvolverse en la atención a la diversidad y todo lo que esto implica, acercar la relación teoría-práctica, a sabiendas del que se hace.
Para lo cual es necesario introducir ciertos componentes, establecer una formación donde la escuela sea el lugar privilegiado para aprender a enseñar, fomentar y repensar la relación teoría-práctica, así como trabajar en red e intercambiar buenas prácticas y experiencias educativas. La formación del profesorado no puede abandonar o alejarse de la escuela.
Y, entonces, podríamos distribuir las materias en 4 bloques interrelacionados entre sí: Aprendizajes fundamentales, aprendizajes didácticos, conocimiento profesional de la institución educativa y el prácticum. Este último durante todo el Grado, no a su finalización. De esta forma la experiencia del periodo de prácticas interacciona con las actividades académicas enriqueciéndose mutuamente. Los estudiantes entenderán mejor lo que se explica en clase, talleres y seminarios y les servirán para entender mejor lo que están viviendo y haciendo en las prácticas.
5. La entrada en la práctica real. La inducción profesional en la práctica
Desde hace mucho tiempo, la investigación educativa proporciona abundante información acerca de la naturaleza e impacto de la inducción profesional de docentes, entre ellas: la relativa a la socialización del profesorado, acerca del profesorado novel o principiante donde se refleja la importancia de la experiencia inicial y su correlación con el desarrollo profesional.
El periodo de inducción a la docencia del primer año es un tiempo en que el profesorado pasa de ser estudiante a ser capaz de desempeñar su labor de forma autónoma, aunque, debería de llevarse a cabo la tutela desde el centro escolar y la Universidad. Un profesional experimentado y conocedor de la cultura escolar y un mentor con ciertas cualidades profesionales de enseñanza superior.
Este proceso de inducción da coherencia al currículum de formación inicial del profesorado ya que permite analizar las condiciones institucionales, las políticas educativas y la coordinación con otras instituciones y la comunidad. Así pues, la inducción en la formación del profesorado es una vía importante de desarrollo del conocimiento profesional.
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6. Superar importantes aspectos institucionales
También es importante establecer planes de formación permanente del profesorado formador de las Facultades de Educación para asumir la capacidad de implementar acciones de mejora en su propia práctica docente universitaria. Es importante considerar y mejorar la forma de enseñar y la metodología utilizada, así como su forma de relacionarse con el alumnado y con los centros educativos.
Contar, en las Facultades de Educación, con una plantilla de profesorado equilibrada entre académicos y profesionales. Para ello se podría facilitar, por un lado, que el profesorado de los centros pueda vincular parte de su dedicación a la tarea docente de un departamento universitario y, por otro, que el docente universitario también pueda vincular la suya a centros educativos. Habría que estimular la contratación en las Facultades de Educación de maestros de Educación Infantil, Primaria y Secundaria en ejercicio, a través de la figura que se estipule.
Promover la creación de equipos mixtos con el profesorado de centros educativos y profesorado universitario para desarrollar proyectos de innovación, cogobernanza e investigación educativa. No podemos perder la oportunidad de crear una formación inicial que ayude y lleve al profesorado, al alumnado y a la sociedad hacia un futuro mejor.
Abril, 2024.

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